15 nov 2005

Y tu espíritu que come?


Llevo cinco años estudiando de forma seria y por mi parte la baraja Tarot y me he encontrado en el camino no con la adivinación del futuro sino con el vivir presente. Al mismo tiempo, la exploración de la baraja me introdujo en un mundo del autoconocimiento y de la necesidad de un saber voraz de mitologías, religiones, imaginarios, arquetipos, psicología profunda, antropología y psicoanálisis.
Durante estos mismos cinco años me he metido a profundidad a revisar el proceso histórico a través del cual se formó la baraja, las posibles raíces etimológicas, los sincretismos en el contenido de sus símbolos que presenta de distintas culturas como musulmanes, judíos, celtas y cristianos.
Todo ello me ha llevado en la actualidad a estudiar antropología de la religión ahondando en la construcción de procesos histórico-religiosos, así como en las formas en que trabaja la ritualidad y la magia en diferentes pueblos.
Bueno y todo esto ¿para qué? Bueno pues todo este fabuloso mundo lo he ido encontrando en mi búsqueda de Dios y de mi mismo, de una explicación a mi realidad.
Todo esto viene a colación porque el viernes pasado platicando sobre Tarot en mi clase, una señora (que por cierto ni está inscrita en mi taller y tampoco paga), de esas que son seguidoras de Walter Mercado-tecnia, quería que a fuerza le conectara el origen mítico/esotérico del tarot el cual ella alegaba como verdad única, con el curso real de la historia.
En ésta parte me permito aclarar que el Tarot tiene dos orígenes, uno mítico que según algunos datos bastante equivocados parte de una tradición egipcia[1] –aunque otros lo ubican en la Atlántida, otros desde Adán y Eva, pasando por la tierra de Henoch hasta llegar a Moisés. Lo cierto es que esta popular baraja no tiene en realidad una fecha exacta de creación, no tenemos noticias de su origen (aunque Dan Brown diga que si), pero tenemos algunos documentos cercanos al S. XIV[2] que testifican el pago de unas cartas a un artista así como también una que otra prohibición del uso del mazo por la misma iglesia, hecho que hace que gran parte de las barajas existentes de esa época hayan sido quemadas.
El mismo tarólogo más acreditado del mundo, Alejandro Jodorowsky, en La vía del Tarot las ubica cerca del año mil, pero no ofrece ninguna fuente de información precisa, solo su mera observación.
El punto no es ni siquiera desmentir el origen mítico de las cartas, sino hablar del fanatismo que puede llegar a generar la necesidad de creer en algo en un mundo con una religión cristiana en total decadencia y crisis. El mito bajo el que estamos envueltos culturalmente, ha perdido fuerza y seguidores – no por ello lugar en nuestro inconsciente-, por lo que la gente, jóvenes, adultos, ancianos, se han dado a la tarea de encontrar diferentes tipos de religiosidad que satisfaga este vacío que la muerte de la modernidad nos ha dejado.
Es entonces cuando el New Age hace su aparición tratando de retomar diferentes prácticas de distintas religiones y culturas como budismo, antiguos cultos prehispánicos, celtas, taoístas, física cuántica, medicina china, entre otras, que, de forma distinta, ofrecen una solución física y espiritual para nuestra fragmentada percepción del mundo y de nosotros mismos.
Lo triste de esto viene en el momento en que la gente, dentro de su necesidad de creer, se ve llevada a ser presa o rehén de algún pseudobrujo que le prometa un superamarre del amor o asegure quitarle su mala suerte a cambio de muchísimo dinero (que también en algunos casos también presenta su eficacia simbólica). Otro es el caso, como lo es en mi experiencia, de personas que confunden, al igual que muchos católicos, el mito con la historia. Esto es, nunca hubo ni existió un verdadero Jardín del Edén, ni un Adán y una Eva tal y como nos lo cuenta la Biblia. Esto no quiere decir que el mito no tenga cierta validez explicativa del suceso histórico y social, pues se basa en gran parte en los acaecimientos de la vida real (por ejemplo, la guerra de Troya si sucedió, pero queda claro que la intervención de los dioses no entra en el terreno de la historia como explicación).
El mito siempre ha sido (y será) la forma de transmitir un conjunto de valores y reglas en forma de historia, muchas veces escondido a través de parábolas o simbolizaciones, por lo que retoma elementos esenciales de la sociedad en que se crea para dar así paso a una continuidad cultural que se postergará por generaciones y que reinterpretará el mito según sus diversos contextos y marcos formativos.
La misma historia se viene a traducir como el gran mito de Occidente, simplemente que a diferencia del mito religioso se basa en sucesos reales, en hechos sociales que quedan documentados no como una obra poética o un hermoso cuento de hadas. La historia construye nuestro pasado y a su vez el presente. Y si bien, los procesos históricos vienen acompañados de los paradigmas y mitos de su tiempo existe una clara diferencia entre mito e historia.
La gran bronca de las religiones actuales o de los distintos tipo de espiritualidad a los que la gente está accediendo en realidad me causan mucho coraje, no porque yo mantenga una postura ortodoxa o presuma de iluminación temprana™, sino porque muchas personas en su imperiosa necesidad de creer en algo (lo que sea), se van con el primer sujeto que parece que sabe algo o con el primer libro de esoterismo que vieron en su camino al metro. De verdad también me da coraje que lleguen a quererme contar mentiras a mi clase, y más después de que esa clase ya la di.
Y no es que el esoterismo no ofrezca soluciones espirituales, sino que muchas veces es aprovechado por mucha gente que en realidad no sabe lo que está diciendo o busca beneficiarse de los demás aprovechando la ignorancia de los que quieren saber de otras cosas vendiendo una verdadera basura.
Si estamos acostumbrados a comer porquerías, nuestro cuerpo nos va a pasar la factura en algún momento. Yo creo que uno también alimenta su espíritu, ¿tu que le das de comer?
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[1] Inventada por Court de Gebellin, un mediocre enciclopedista amigo de Diderot que por entrar en la moda de esos tiempos en que todo lo egipcio era lo más In cerca de 1760 en un momento en que los jeroglíficos ni siquiera habían sido descifrados.
[2] La referencia más antigua se remonta a 1392, cuando el rey Carlos VI de Francia adquirió tres barajas de un artista posiblemente llamado Jaques Gringonneur, aunque las apuestas con cartas se comenzaron a prohibir en hacia 1378 en lo que actualmente es Alemania, mientras que en el código Nuremberg de 1380 fueron aprobadas las partidas de cartas y tres años más adelante en Florencia.
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4 comentarios:

Calígrafo Daniel Lara Pozos dijo...

Bueno yo si tengo una duda, ¿cuál es la mejor forma para alimentar al espíritu?

Anónimo dijo...

CHANCLAS BATMAN!!! pues que mas puedo decri yo que es horrible buscarle siempre el lado esoterico a esta baraja y ahora hbalr de un origen comounico y verdadero pues no...
simrpe hay un@ asi en la calse ni modo mi buen cada curso nos ha tocado pero creo que en este mas jajajajaja
Memo

Ricardo Cortizo dijo...

Interesante post. No sé, exactamente, cuál sea el origen ni el poder esotérico del tarot. Que muchas personas lo usan con fines de lucro, cierto. Que muchas otras pueden tener una serie de habilidades especiales para leerlo (y atinarle), no lo dudo.

Siempre he sido muy escéptico con las cuestiones del esoterismo, pero debo admitir que hay cosas inexplicables que, a veces, el estudio, la ciencia y/o la historia no nos ayudarán a entender.

Saludos.

dehg dijo...

Aunque soy esceptico, y casi ateo, trato de alimentar mi espiritu con filosofía y algo de psicología aplicada. Rezar también es muy buen alimento, y no se necesita creer en Dios para rezar y tner fe. Proximamente posteare algo sobre mis dudas y problemas con la religión.