26 nov 2005

La sombra

A los pocos años de nacidos tenemos una personalidad, podríamos decir que
completamente descubierta. Al ir creciendo nos vamos dando cuenta de que hay que cosas prohibidas por nuestras imágenes de autoridad, nuestros padres. Frases como “¡No hagas esto!”, “¡Estate quieto!”, “¡No le pegues a los otros!” nos hacen darnos cuenta de que ciertas actitudes no son agradables ante ellos. De esta forma para continuar siendo amados comenzamos a esconder y controlar todos esos comportamientos que les desagradan. Al ir creciendo estas actitudes negativas son totalmente disimuladas. De esta forma, expuestos de continuo a los hábitos, los valores, el temperamento y el comportamiento de nuestros padres y familiares también heredamos un legado psicológico en forma de pautas disfuncionales de conducta, problemas que ellos no llegaron a resolver. “La creación de nuestra personalidad tiene lugar gracias a las influencias que recibimos del exterior, influencias que nos permiten identificarnos con lo que nuestro entorno refuerza como “bueno” y reprimir lo que considera “equivocado”, lo que es “malo”[1].
A la par de una represión vamos creando otra identidad que toma forma e imagen de autoridad que podríamos denominar superego, el cual se encarga de limitarnos y establecer las barreras entre lo que debemos de hacer y lo que no debemos de hacer. Esta forma se manifiesta generalmente en los momentos en que tendemos a traspasar un limite o excedernos en alguna circunstancia. Este superego, que encuentra similitud con el ideal del yo de Freud, engloba la suma de todas las restricciones a las que debemos estar apegados. Cada cultura va de esta forma escondiendo las actitudes que no son convenientes en su entorno social. Tal parece que nos pasamos los primeros veinte años de nuestra vida viendo qué partes de nosotros mimos debemos de esconder. El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde es una de las obras que retrata perfectamente la forma en que el ser humano tiene una contraparte siempre que muestra todos esos deseos que no sacamos a la luz frente a los demás y a veces hasta con nosotros mismos. Por ejemplo, alguien que ha sido educado en un entorno cristiano en el que el ideal es ser alguien amable, generoso y correcto que ha tenido que reprimir todas esas cualidades que se oponen a la imagen modelo, como el egoísmo, la ira, fantasías sexuales, etc. Todas estas cualidades de las que el individuo se ha sustraído finalmente se aglomeran en torno a una especie de personalidad secundaria que se denomina sombra.
El hogar es en definitiva el lugar más normal en el que se da lugar el proceso de creación de la sombra, dentro de este proceso todos los miembros constituyen poderosamente la creación de la personalidad de un individuo.
El proceso de creación del ego es correspondiente al proceso de creación de la sombra. En la medida en que el ego se va creando en nuestras conciencia se va configurando también una máscara[2], la cara que exponemos ante los demás, la faceta que expresa lo que creemos ser y lo que los demás creen que somos; satisfaciendo de esta forma la demanda de nuestro entorno y nuestra cultura adecuando nuestro ego a las expectativas ideales del entorno en el que nos desarrollamos, al mismo tiempo la sombra se crea como una especie de recipiente que se encarga de retener todos los aspectos que no queremos mostrar. Aunque estos rasgos no salten a nuestra vista fácilmente eso no significa que hayan dejado de existir, sino que permanecen como una especie de subpersonalidad constituyendo un posible alter ego escondido bajo el umbral de nuestra conciencia.
Es necesario identificar cuáles son los aspectos sombríos que hemos heredado y cuáles otros nos han sido creados sólo para satisfacer a los que nos rodean. No sabemos si posiblemente estemos pagando las culpas de nuestros padres o es posible que hasta de nuestros abuelos. El trabajo de identificación no es nada fácil, pero el deseo de emprenderlo basta para poder enfrentar algunos miedos y frustraciones que se van creando a lo largo de nuestro desarrollo como seres humanos.
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[1] C. Zweig y J. Abrams comp. Encuentro Con la Sombra. El poder del lado oscuro de la naturaleza humana. Ed. Kairos. Barcelona, España. 1994. p. 99
[2]
Joseph Campbell señala que al vivir nuestras vidas, cada uno de nosotros es requerido por la sociedad para llevar a cabo un papel social específico. A fin de funcionar en el mundo, continuamente estamos representando papeles, y a esos papeles se les llama personae del latín persona que significa “máscara, rostro falso”, la máscara que lleva un actor en el teatro romano, a través del cual “suena” “(per-sonare, “sonar a través”)

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